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¿Ha notado que a veces los niños tratan de ayudar, pero lo único que logran es complicarnos más la vida?
Escuché la historia de una madre que estaba en cama con gripe. Su preciosa hija tenía un gran deseo de ser una buena enfermera para ella.
Le acomodó las almohadas y le trajo una revista para que leyera. Y entonces le sorprendió al traerle una taza de té.
—–Eres muy cariñosa, querida—- dijo la madre mientras saboreaba el té—- No sabía que supieras preparar té.
—-Oh, sí—contestó la niñita—-. Yo aprendí por observarte a ti.
Puse las hojas de té en la cacerola y después le eché el agua, y dejé que hirviera, y entonces lo colé en la taza. Pero como no pude hallar el colador, usé el matamoscas. . .
—– ¿El qué?—- gritó la madre.
Y la niñita dijo:
—-Oh, no te preocupes, mamá, no usé el matamoscas nuevo. Usé el viejo.
Cuando los niños se esfuerzan por hacer lo mejor, y a pesar de sus deseos todo les sale mal, ¿Qué han de hacer los padres? Lo que las madres y los padres a menudo hacen es evitar que sus hijos asuman responsabilidades que podrían resultar en un desbarajuste o en un error.
Es más fácil hacerlo todo uno mismo que tener que limpiar después. Pero yo insto a los padres que no caigan en esa trampa.
Su hijo necesita cometer errores. Así es como aprende. Por lo tanto, déjelos ayudar de vez en cuando… Aunque el té que usted beba tenga un sabor raro.
Escrito por: Dr. James Dobson
Libro “El Corazón del Hogar”
Narrado por: Mario Palafox Martínez