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Recuerdo haber estado sentado en mi automóvil frente a un restaurante de comida rápida comiéndome una hamburguesa y papas fritas, cuando acerté a ver detrás del vehículo a través del espejo retrovisor un gato pequeño que estaba sumamente flaco, sucio y lastimero. Fui tan conmovido por lo hambriento que se veía, que arranqué un pedazo de mi hamburguesa y se lo arrojé al animal. Pero antes que el gatito pudiera alcanzarlo, un enorme gato gris salió de entre los arbustos, se apoderó del bocado y se lo tragó.
Sentí tristeza por el pequeño gato, quien dio la vuelta y huyo entre las sombras, asustado y hambriento.
Inmediatamente vinieron a mi mente mis años de maestro de los primeros grados de escuela secundaria. Veía a diario adolescentes que estaban, tan necesitados, tan desposeídos, tan desamparados como aquel pobre gatito. No era alimento lo que necesitaban; era amor, atención y respeto, y su necesidad de estas cosas era imperiosa. Y justamente cuando se armaban de franqueza y revelaban el dolor que llevaban dentro. Uno de los chicos populares los maltrataba, ridiculizaba, y hacía que se escabulleran en las sombras, asustados y sintiéndose solos.
Nosotros, como adultos, nunca debemos olvidar el dolor de tratar de crecer en el mundo competitivo en el cual muchos adolescentes viven hoy. El dedicar un momento a escuchar, a mostrar interés y a orientar tales jovencitos puede ser la mejor inversión de toda la vida.
Escrito por: Dr. James Dobson
El corazón de Hogar.
Narrado por: Mario Palafox Martínez