«Jesús le respondió: «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Sin mí, nadie puede llegar a Dios el Padre»». Juan 14:6, TLA
CUANDO JESÚS DIJO: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida», pronunció una verdad con un significado extraordinario. La transgresión del ser humano había separado a la tierra del cielo, y al ser humano finito del Dios infinito. Como una isla se separa de un continente, así la tierra fue apartada del cielo, quedando un gran canal entre la humanidad y Dios. Jesús salvó ese abismo, abriendo un camino para que el ser humano llegara a Dios. El que no tiene luz espiritual, no ve el camino, no tiene esperanza; mientras los seres humanos crean sus propias teorías sobre el camino de la vida. […] Pero Jesús es el único nombre dado a los seres humanos por el que pueden ser salvos. A través del abismo provocado por el pecado, vienen las palabras de Jesús: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida». […]
No hay sino un Mediador entre Dios y los seres humanos. […] Únicamente Cristo es el camino, la verdad, la vida; y el ser humano puede ser justificado sólo mediante la imputación de la justicia de Cristo. El ser humano es justificado gratuitamente por la gracia de Dios mediante la fe, y no por las obras, para que nadie se gloríe. La salvación es el don de Dios por medio de Jesucristo nuestro Señor. […]
Luego de que el enemigo hizo pecar a Adán y Eva mediante engaños, quedó cortada la relación entre el cielo y la tierra y, si no hubiera sido por Jesucristo, el camino al cielo nunca más habría sido conocido por la raza caída. […] Cristo es la escalera mística, cuya base descansa sobre la tierra y cuyo peldaño superior llega al trono del Infinito. Los hijos de Adán no están desamparados ni apartados de Dios, porque por la justicia de Cristo tenemos acceso al Padre.
Cristo dijo: «El que por mí entre será salvo; entrará y saldrá, y hallará pastos» (Juan 10: 9). Alégrese la tierra, regocíjense los habitantes del mundo porque Cristo ha salvado el abismo abierto por el pecado y ha unido a la tierra con el cielo. Construyó una calzada para los redimidos del Señor. Los cansados y cargados pueden venir a él y encontrar descanso para sus almas. El peregrino puede viajar hacia las mansiones que ha ido a preparar para quienes lo aman.— The Review and Herald, 11 de noviembre de 1890.