«Entonces Jesús vino de Galilea al Jordán, donde estaba Juan, para ser bautizado por él». Mateo 3:13
MUCHOS HABÍAN IDO A ÉL [a Juan] para recibir el bautismo del arrepentimiento, confesando sus pecados. […] Cristo no fue confesando sus propios pecados, pero le fue imputada la culpabilidad como sustituto del pecador. […] Cristo honró el rito del bautismo sometiéndose a él. En ese acto se identificó con su pueblo como su representante y cabeza. Como sustituto, toma sobre sí los pecados del pueblo, se cuenta con los transgresores, da los pasos que se requiere que dé el pecador. […]
Después de que Jesús salió del agua […] fue a la orilla del Jordán y se inclinó en actitud de oración. […] Como el ejemplo del creyente, su humanidad sin pecado pidió ayuda y fortaleza a su Padre celestial, cuando estaba por comenzar sus labores públicas como el Mesías. […]
Los ángeles nunca antes habían escuchado una oración como la que ofreció Cristo en su bautismo, y estuvieron dispuestos a ser los portadores del mensaje del Padre para su Hijo. ;Pero no! Directamente del Padre procedió la luz de su gloria. Se abrieron los cielos, y rayos de gloria descansaron sobre el Hijo de Dios y tomaron la forma de una paloma, en apariencia bruñida de oro. La forma semejante a la paloma era un emblema de la humildad y amabilidad de Cristo. […] De los cielos abiertos se oyeron las palabras: «Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia» (Mat. 3: 17). […] A pesar de que el Hijo de Dios estaba revestido de humanidad, Jehová, con su propia voz, le aseguró que era Hijo del Eterno.— The Review and Herald, 21 de enero de 1873.
La oración de Cristo en la orilla del Jordán incluía a todos los que creyeran en él. La promesa de que somos aceptos en el Amado llega a nosotros. Dios dijo: «Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia». […] Cristo había abierto el camino para nosotros hasta el trono del Dios infinito.— The General Conference Bulletin, 4 de abril de 1901.