Debemos tener un objetivo, un propósito en la vida. Si no hay propósito, hay inclinación a la indolencia; pero donde hay en vista un objetivo suficientemente importante, todas las facultades de la mente se pondrán en espontánea actividad. Para lograr el éxito en la existencia, los pensamientos deben estar permanentemente fijos en el objeto de la vida, y no se los debe dejar vagar, ni que se ocupen en cosas sin importancia, ni que se satisfagan con una ociosa meditación contemplativa, que es el resultado de esquivar la responsabilidad. La edificación de castillos en el aire deprava la mente.—Testimonies for the Church 2:429 (1870).
Un estómago sobrecargado debilita las facultades mentales
Generalmente no se enseña a los niños la importancia de cuándo, cómo y qué deben comer. Se les permite satisfacer sus gustos a voluntad, comer a toda hora, servirse fruta cuando les da la gana, y esto, acompañado de pasteles y tortas, pan, mantequilla y fiambres que consumen constantemente, los vuelve golosos y dispépticos.
Los órganos digestivos, como molino que se hace trabajar sin cesar, se debilitan, se exige la fuerza vital del cerebro, para que auxilie al estómago en su recargo de trabajo, y así las facultades mentales se debilitan. El estímulo anormal y el desgaste de las fuerzas vitales los vuelve nerviosos, impacientes por la restricción, sin dominio propio e irritables.—Consejos sobre el Régimen Alimenticio, 215 (1877).
El desarrollo como resultado del esfuerzo
Debe enseñarse a los niños que el desarrollo tanto de las facultades mentales como de las físicas depende de ellos; es el resultado del esfuerzo.—Conducción del Niño, 191 (1882).
Leyes inmutables
Los hábitos físicos correctos promueven el desarrollo mental. El poder intelectual, la fuerza física y la longevidad dependen de leyes inmutables.—Consejos sobre el Régimen Alimenticio, 33 (1890).